domingo, 24 de agosto de 2008

Diario de escritura del proyecto narrativo

Completamente diferente, y aún en proceso...

Cuántas ideas habrá en la mente rondando solitarias, esperando ser exteriorizadas en la voz de la escritura. Cuántas, hoy ausentes, estuvieron deseosas de ser usadas. ¿Será que se han olvidado de mí? ¿Será que ya no son tan atractivas? Algo les sucede, algo se las llevó de mis recuerdos. Como sea, en algún momento tienen que regresar a mi conciencia.
Cuando empecé a pensar en este proyecto narrativo sentí que me sumergía en una laguna de la que nada valuable podía sacar. Así es, es una extraña paradoja la de tener tantas ideas en momentos inoportunos y ninguna ahora, cuando más lo necesito. Lo intolerable es que esto sucede cada vez más seguido, cada vez que me siento a escribir. ¿Seguirá sucediendo por siempre? Tantas preguntas y sólo un fin: escribir.
Ni siquiera tengo un indicio, una huella, un incentivo. Sólo oscuridad en la mente. O mejor dicho blancura. Ambos extremos son temidos, en ambos extremos siento que estoy. Con la mente dando vueltas imagino una temática, algo. Ficción, ni pensarlo. Se me nublaría aún más la mente. Más perdida no creo sentirme pero prefiero no arriesgarme. Crónica. Interesante objetivo el que viene a mi mente. ¿Sobre?... El territorio del “Delta” me mira desde mi escritorio y yo, en una posición de desgano sobre mi cama, presiento que sin pruebas o ensayos no hay hipótesis para refutar.
Internada sobre este territorio de aguas marrones e islas acumuladas, leo “Claroscuros del Delta”. Atrayentes me parecen los datos históricos, el fervor de algunos inmigrantes que con dos dólares compraban parcelas, como quien hoy –preocupado por la inflación que amenaza con explotar – compra un kilo de pan. Sorprendentes son los relatos sobre aquella gran inundación que superó todo límite esperado. Llamativo y triste es su resultado: el abandono y la desidia de un lugar venido a menos, desconsiderado y rechazado para cualquier inversión. La desconfianza a lo imprevisible se transforma en temor y el éxito se busca en otros rumbos. Cómo un hecho fortuito puede desencadenar tal final resulta difícil de explicar. Y cómo desarrollar ideas que surgen de esta lectura con la mente tan obnubilada, me resulta aún más complejo de entender.
Me engaño creyendo que puedo resolver lo que me sucede, intentando leer los textos que prosiguen con la descripción del Delta. Tras innumerables y frustrados intentos me doy por vencida. Aún pensando que podría recorrer este lugar, que imagino gracias a la lectura y a algunas visitas, siento que no es este el rumbo a seguir. Pasan las semanas y me sumerjo más profundamente en esta laguna que es mi mente.
Un territorio que no esperaba leer comienza a resonar en mi cabeza casi retumbando. Misiones. Lugar frondoso y verde como pocos, aparece ante mí como una posible solución. Recorro sus kilómetros de palabras y pienso cómo conectarlo conmigo. Y ahí es cuando las vueltas de la vida me llevan a un objetivo. Como caído del cielo un viaje a Posadas se le presenta a un familiar muy cercano a mí, con lo cual lo único que se me ocurre es pedirle fotos y datos, todo lo que pueda traer.
Una semana después me encuentro con fotos varias, un folleto sobre las ruinas de San Ignacio y un abanico de anécdotas que alimentan algo aún indefinido. Ficción. Con temor descubro que una posibilidad es aquello que yo creía imposible. La solución está en el problema. Habrá que adentrarse en la jungla misionera y ver qué hay.
Pienso personajes, nombres, descripciones, lugares. Conecto relatos de viaje con la imaginación. Misiones me busca, yo la busco. Nos encontramos en mi puño y letra. La mente está clara ya, no hay extremos peligrosos, sólo la extensión de lo que escribo. Pensar que estuve semanas en blanco y en tan sólo media hora surgió un proyecto, una idea que brotaba de mi cabeza a borbotones. Las palabras comenzaron a saltar en caída libre hacia el papel, y la trama empezó.
Una historia de aventuras y suspenso se asoma por mi cabeza y mira al papel. La lista de personajes está completa, solo queda contar los hechos que ya están ordenados en la mente.

Personajes

Lía: soñadora como pocas, encuentra en un viaje con su familia a Posadas la posibilidad de conocer otra cultura. Al principio reacciona con ira ante la noticia de la mudanza, ya que se aleja de un lugar al que está aferrada. Teme que Misiones no sea lo que espera, que de hecho es lo que ocurre. Le gusta escribir, quiere ser periodista. Lleva papeles sueltos y un lápiz a todos lados y anota todo lo que ve. Es testigo de hechos importantes y peligrosos, y tras el alejamiento de su madre, le envía cartas con información para que la guarde, porque la investigación que desarrolla pone en riesgo hasta su propia vida.

Francisco, el padre de Lía: Arquitecto joven, de 45 años, no le gusta trabajar en relación de dependencia. De joven era idealista, hoy busca terminar con la mala racha económica que buscar ideales le trajo, pero se olvida de sus deseos.
Le ofrecen un trabajo a realizar en Posadas, Misiones, con el cual cree que tendrán mejor suerte. Es un impulso para su pequeña empresa personal, y contrata un capataz y obreros de la zona. Se choca con un hábitat y costumbres extrañas a las suyas.

Manuel, hijo de Lía: 6 años menor que Lía, en Misiones se vuelve inseparable de ella. Atolondrado, alegre, desea vivir y es solidario con su hermana. La ayuda en el comienzo de la investigación.

María, la madre: Psiquiatra reconocida en Buenos Aires, sigue a su marido a donde sea. Un paciente reclama su presencia en Buenos Aires, con lo cual no de establece por mucho tiempo en Posadas como el resto de la familia. Igualmente se comunica mucho con la familia, y actúa como cómplice de Lía, quien le envía información recolectada de su investigación para que la proteja de cualquiera que quiera robarla.

Segundo, el capataz: Joven, 35 años. Bohemio y mujeriego, va por su tercer matrimonio. Se lleva el mundo por delante, maneja a altísimas velocidades y conoce la selva como la palma de la mano. Es el único en quien confía Francisco porque le advierte sobre los peligros de la selva, los indígenas ocultos en ella, la frontera con el Paraguay y los contrabandistas.

Armando Abalos, el contrabandista: lidera una organización ilícita que entre otras cosas logra actuar con total impunidad en la frontera, el lugar “sin ley” por excelencia. Secuestros, robos, importación y exportación ilegal son algunas de las actividades que realiza.

Martín, periodista de Posadas: futuro amigo de Lía, que además la ayuda a investigar desapariciones de obreros del padre. Todo apunta a Abalos y su organización.
Indígenas: Pacíficos, sufren la extinción de su cultura en la selva, mueren por el avance de obras de otros hombres, supuestamente más civilizados. El pueblos tiene conceptos errados respecto a su maldad (quizás también hay mitos respecto a sus muertes). Lía investiga sus desapariciones y muertes y las relaciona con el contrabando que lidera Abalos.

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