sábado, 2 de agosto de 2008

Proceso de escritura de la narración

Día Uno

¿Qué tan preparado tiene que estar el escritor para crear una narración? Yo diría que la preparación gira en torno a saber cómo manejar de manera plausible y redituable la cantidad de aluviones de ideas que asechan a quien escribe. Es algo así como saber aprovechar y dominar lo que alguna musa inspiradora nos pueda dar a cuentagotas… o a cántaros.
Pues bien, está claro que yo no estoy preparada. Me siento ignorante e invadida por varios conflictos, lo cual hace fácil para cualquiera apreciar la opacidad de cualquier escrito que me anime a producir. Con la mente casi en blanco, reflexiono acerca de lo que los demás esperan que haga, pero ¿qué quiero yo?
En principio busco crear un contexto de escritura, que encuentro en un cómodo sillón que hay en mi habitación y en las voces intercaladas de trovadores brasileños, que tranquilos evocan notas varias y crean sambas suaves, perfectas para relajar y atraer a mis propias musas, si las hay. Intentando no prestarle atención a nada más, excepto a aquellos que cantando alegran a mi espíritu, me dispongo a leer el territorio del Delta. Husmeo buscando un texto por el cual empezar, pero termino haciéndole caso al índice. “Claroscuros del Delta”, de Rodolfo Walsh, es el primer destino de este viaje imaginario que mi mente se dispone a hacer.
¿Por qué seleccioné este territorio? Simple, es conocido para una persona oriunda del norte del GBA, que ha escuchado innumerables comentarios del Tigre y su Delta, extendido hacia el Litoral. Además, cabe aclarar que hay un interés extra. La historia de la familia por parte de mi madre comienza en el Tigre. Mi bisabuelo, un español conocido en la zona como Don Manolo, emprendió su pequeño negocio, que constaba de alimentar a los portuarios del Tigre con su comida de dioses, elaborada en un pequeño puestito que hoy estaría ubicado en medio del paseo del Puerto de Frutos. Por aquellos años (principios del siglo pasado tal vez), muchos trabajadores del Delta se acercaban a este amable español que casi como en los almacenes anotaba los platos pedidos en las cuentas que los conocidos tenían con él, y que a fin de mes cobraba a veces en forma de dinero, otras en especias o elementos que necesitara y que sus clientes empobrecidos pudieran ofrecerle. Fiar era casi una rutina para él, con lo cual también eran rutinarios los números en rojo a fin de mes.
Ahora bien, mientras pienso cómo encarar mi historia, creo que un viaje al Tigre y a las inmediaciones del gigantesco Delta puede solucionar mi problema. Así que contactaré a mi tía abuela (nuera de Don Manolo). Ella es docente en una de las islas del Delta y vive desde siempre en Tigre, así que puede brindarme buena información para poder internarme en esos terrenos. Por supuesto con mucho placer le ofreceré acompañarme a disfrutar de este pequeño viaje, que se realizaría en una de las tantas lanchas colectivas que hay en el puerto.
Todo parece estar encaminado. Sólo falta viajar y conectar las piezas de mi rompecabezas.

Día dos

Hay algo que no me convence de este proyecto. No encuentro la forma de conectar mi experiencia de viaje y la historia familiar en lo que me gustaría que sea una crónica. A la vez quisiera abordar la historia del linaje familiar al estilo de Ulises de la Orden, pero no me siento satisfecha. Presiento que es un rompecabezas forzado, que no sirve. Sigo sin estar preparada para conectar las ideas que tengo y creo que nada bueno va a salir de esto. Volveré a empezar todo de cero. Lo que no sé, es si desarrollar esta idea o buscar algo nuevo. Por lo que parece, es mejor buscar un plan B.

Día tres

Han pasado dos semanas y no se me ocurre nada. Me desespera no tener ni una idea que me convenza. En una de las últimas clases de Taller se me había ocurrido narrar una crónica con un itinerario de viaje a lo largo de Martínez, lugar en el que disfruté gran parte de mi niñez. Pero esto tampoco me gusta, me siento estancada. Qué contar sobre ese lugar no sé. Creo que no quedaría bien contar cosas mías en una crónica, ¿o si? No, sería un invento malo como el anterior.

Día cuatro

Retomo las ideas que había empezado a desarrollar. Sigo sin convencerme de lo que estoy escribiendo. Se nota que no son ideas deseadas para una narración porque el contenido es vacuo, con poco sentido, es insulso.
Hay algo que se me ocurre, en medio de la oscuridad que tiene mi cabeza, que puede ser prometedor si lo aprovecho con inteligencia. Como el territorio del Delta no me gusta – de hecho encuentro a sus textos muy densos, a excepción del de Walsh – creo que sería buena idea leer el territorio de Misiones, y en última instancia el de la Guerra. Nunca pondría un dedo sobre el territorio del Mito, siempre me ofuscó leer mitología, ni me imagino lo que sería escribirla.
Mientras hojeo aquel territorio de tierra roja y selvas abundantes, se me ocurre algo que temo hacer… ficción. Siempre pensé que la ficción era muy interesante, y me imaginaba escribiendo novelas o historias de variedad genérica, pero la práctica me había demostrado que esa tarea es alto pretenciosa y que me faltaba mucho por aprender para tal emprendimiento. Solía pasar que se me agotaban las ideas y dejaba todo lo escrito en el olvido, tratando de nunca regresarlo a la memoria.
Sin embargo, esta vez creo que sería un interesante desafío producir una ficción sobre el territorio de Misiones. Bien, acepto el reto deseosa de ver el resultado.

1 comentario:

Pondia Bianco dijo...

Yo tuve un conflicto interno similar al que te llevó a abandonar tus primeras ideas: el problema de cómo crear un texto sobre un lugar muy querido para uno mismo, pero desconocido para los potenciales lectores.
En mi caso, decidí intentarlo, permitiendo que afloraran algunos recuerdos, pero procurando no convertirlo en un relato que sólo pudiera ser disfrutado por mí o mi familia. Costó, pero algo salió, jeje.
Espero que tu "cambio de rumbo" te haya favorecido.
Besos.