domingo, 29 de junio de 2008

“Puna”

18 de mayo, 16 hs. Era temprano para la película. Pensé que iba a llegar más tarde porque el colectivo tardó en venir. Sin embargo aparecí allí antes de lo previsto, gracias a un 93 semi vacío que me dejó en Callao y Libertador. Caminé dos cuadras y me vi frente al Palaice de Glace. Mi objetivo allí era ver “Puna”, una película que resultó ser de escasos 44 minutos. Entré al edificio y, sorprendida por todo lo que se exhibía en los diferentes sectores del lugar, atravesé el salón principal y me dirigí a un pasillo que había en el fondo. Asomé la cabeza cuidadosamente para ver qué había allí, hasta que alguien me dijo: “Hola…”
Un hombre de unos 27 años me recibió amablemente y me hizo entrar a una pequeña sala casi vacía, en la que se daría la película. Me senté en el fondo, y me dediqué a observar superficialmente todo ese ambiente: encontré hermosas cortinas de gamuza negras, que colgaban de todas las paredes para darle oscuridad a la sala. Me di cuenta que en realidad, esa era una habitación plagada de ventanales antiguos y grandes, con lo cual las cortinas resultaban ser un buen recurso. Observé brevemente a quienes compartían el salón conmigo, y verifiqué la alta concurrencia de la gente mayor a este tipo de eventos. En seguida me pregunté “¿A esta gente le gustará en cine independiente? ¿Por qué no habría de ser así?”. Como sea, me preparé para algo que sinceramente no esperaba.
16:30 hs. Se apagaron las luces y comenzó la proyección. Sorprendida, me topé con una serie de imágenes transmitidas rápidamente, con sonidos extraños y sin una trama aparente. Un calidoscopio de la puna que mostraba en pantallazos un estilo de vida totalmente ajeno. La fiesta de la Virgen de Lourdes era el contexto en el cual se revelaban pautas culturales que caracterizaban tanto a la fiesta como al pueblo que la celebraba: bailes con extraños disfraces y un duelo entre un torero y un adversario que sale vencedor. Las imágenes de los ojos de la virgen superpuestos a paisajes de la puna creaban un ambiente extraño y lúgubre quizás, que dejó en mí una sensación de sorpresa al terminar la película.
Salí perpleja de aquella sala, me intrigaba imaginar qué habría pensado el creador de esta película mientras trabajaba en el rodaje de la misma. Así también reconocía la originalidad de la proyección, aunque no fuera de mi agrado. Por suerte, luego de este evento tan particular me esperaba otra actividad en la que tenía más fe.

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