Capítulo 5: Chocar contra la pared. Buscar el equilibrio
Lía intentaba no demostrar ante su hermano el miedo que la gobernaba. Las gotas de sudor rodeaban su frente mientras sus manos se enredaban solas, mas gobernadas por los nervios que explotaban dentro de su cuerpo.
Al día siguiente, Manuel se fue con Francisco y Segundo como solía hacer dos o tres veces por semana. Lía se quedó limpiando la casa, y al terminar decidió que alguien tenía que escuchar sus pensamientos.
…………….
Querida mamá:
No sabés cómo se te extraña por estos rincones del mundo. Pensar que ya hace seis meses de tu partida… El tiempo avanza asombrosamente y sin embargo aquí parece detenerse todo, la rutina –aunque diferente a la de Buenos Aires- se apodera de la gente.
Es extraño esto, porque a pesar de que aquí no pasa nada, a la vez pasa todo. No sé como contarte esto… Pero, ¿vos cómo estás? Imagino que un poco estresada con tu trabajo, ¿cómo anda Lopez? Me dijo papá que sus brotes han disminuido y que encontraste una droga útil para él, así que espero que estés más tranquila… ¡Contame algo de vos cuando respondas esta carta!
Bueno, no quiero dar más vueltas al asunto: necesito tu ayuda. Supongo que papá te ha contado, el otro día vi que estuvo un largo rato al teléfono charlando con vos. Está preocupado y sé por qué. Han desaparecido cuatro obreros de su obra. No sé si es sabe lo mismo que yo, pero en una charla que tuve con Nahuel (el obrero que es indígena, ¿te acordás?), me enteré de algo que quiero investigar.
Resulta que paralelamente están desapareciendo algunos indígenas de la comunidad de Nahuel. Según él, se les acerca gente de Paraguay que les promete trabajo seguro, y como están sumidos en una profunda pobreza, ellos aceptan y esperan que los vayan a buscar. El problema viene después. Cuando llegan los suben a las camionetas lujosas que suelen posar en la costanera y se los llevan del otro lado de la frontera con la promesa de volver… La realidad es que nunca vuelven y que son sometidos a los trabajos de “mula” que los contrabandistas (sí, son contrabandistas de Armando Abalos) les imponen.
Nahuel asegura que o mueren por el trabajo duro o que los matan si dejan de ser útiles o se revelan (borrando toda evidencia, supongo yo). No sé si todo esto es verdad, pero temo que papá se ponga a investigar y le hagan algo. Son hombres poderosos… Pero de mí nadie sospecharía, le dije a Manu. Decidí investigar por mi cuenta, pero para eso necesito tu ayuda. Quisiera enviarte periódicamente la evidencia que logre recolectar para tenerla en un lugar seguro y que nadie sospeche nada. ¿Puedo mandarte lo que consiga?
Voy a tratar de convencer a Nahuel para que me ayude. Tiene miedo pero yo sé que me va a dar una mano. Espero. Por otro lado, tengo que pensar de dónde saco información que verifique las conjeturas que sacamos entre los dos ayer. Espero que no te pongas mal cuando termines de leer todo esto, vamos a estar bien, pero siento que tengo que hacer algo.
Gracias mamá, necesitaba contarle esto a alguien, estoy muy nerviosa porque no sé cómo actuar frente a tales hechos. Espero contar con vos, y recibir noticias tuyas pronto.
Te quiere,
Lía.
………………………..
Llegar al fondo de este misterio necesitaba de una base, de algún tipo de información, y una conversación con sospechas varias no servía de mucho más. Lía decidió empezar buscando noticias o datos en algún diario perdido, para lo cual se dirigió al diario “La gaceta de Misiones”.
Inmersa en una enorme biblioteca plagada de diarios, Lía comenzó la búsqueda. Abrió todas las ventanas del enorme sótano, que destilaba un extraño olor a hojas viejas y humedad. Los estantes de la biblioteca estaban divididos por años y sección, con lo cual la búsqueda estaba dividida por partes. Esta iba a ser una larga búsqueda supuso Lía, quien en seguida buscó un asiento que la haga sentir cómoda. Tras un par de horas, sólo encontró nueve noticias que no le servían de mucho, así que decidió dirigirse a la recepción en busca de ayuda.
Una mujer algo mayor, con lentes exageradamente grandes y un aspecto que la transportaba a 1950, miraba a Lía acercarse al mostrador con un marcado gesto de circunstancia.
- Buenas tardes, disculpe que la moleste pero ¿hay algún periodista con el que pueda hablar? Porque tengo alguna información para cote…- No terminó de hablar cuando esta extraña mujer, casi mostrando los dientes de manera rabiosa, interrumpió a la entusiasta Lía.
- Mirá querida, este diario es muy importante y los periodistas suelen estar muy ocupados ¿viste? Así que si necesitás información para completar tu tarea del cole yo creo que con la Encarta te va a bastar. Buenas tardes – Tras finalizar su desagradable discurso, la mujer se dispuso a atender el teléfono, ignorando por completo la transformación que sufría el rostro de Lía, quien comenzaba a ofuscarse.
- Perdón, sólo necesito a alguien que haya investigado o sepa algo de Armando Abalos – Lía se tomaba revancha
- Ya te dije reina, retirate…- La mujer estaba perpleja ante la pregunta.
Lía odiaba irse con las manos vacías, sentía el trago amargo del momento y la indignación que todo le había generado. Con fuertes y apesadumbrados pasos se alejó de la recepción y salió a la vereda. Llovía. Se paró debajo de un pequeño techo para que el diluvio no acabe con sus pocos papeles. Miraba al cielo gris cuando una voz interrumpió sus pensamientos:
- Escuché que andás buscando algo de Abalos
- ¿Eh?- Lía se asustó, levantó la mirada y se sorprendió. Un joven, con pelo enrulado de color chocolate, y ojos claros la miraba seriamente. Se sintió inhibida por esos ojos, y atraída por esa voz.
- Decía que si estabas buscando algo sobre Abalos…
- Ah, sí… ¿Te conozco?
- Soy Martín Ruiz, trabajo en “La gaceta”, sección “Sociales”. Te vi peleando con Marta, ja ja. Yo puedo ayudarte si lo necesitas.
- ¿Marta? Con el nombre me dijiste todo… Ja ja ja… ¿En serio me ayudarías? Lo necesito con algo de urgencia.
- ¿Por algo en especial?
- No sé si confiarte tanta información, va, tantos supuestos, pero sí, motivos tengo muchos… ¿Qué sabés de Abalos? – Lía elevaba la voz, la lluvia pretendía ser la protagonista de la escena.
- Trabajé en una investigación junto con un compañero de la sección “Policiales”, así que sé bastante del tema… Sigo buscando por dónde agarrarlo a ese tipo… Si tenés un rato te cuento…
- Tengo tiempo sí, ¿dónde nos juntamos sin peligro? – Lía no dejaba de sentirse inhibida por la claridad de esos grandes ojos de pestañas largas, que la atraían de manera extraña.
- Acá cerca hay un bar bastante escondido, es de unos amigos, vamos si querés.
Diez minutos después, los dos jóvenes se hallaban en un bar con un estilo muy under, lleno de cuadros con músicos famosos, ambientado con melodías psicodélicas pero suaves a la vez. La joven pareja estaba en una mesa apartada, tranquila.
Lía intentaba no dejarse llevar por la mirada de Martín y se concentraba en los datos que él le brindaba amablemente. En cuanto a él, había algo que también le atraía de Lía. Quizás era su hiperactividad, la impaciencia e inquietud por saber. Igualmente los rasgos de Lía podían atraer a cualquiera. Tenía ojos color miel, y el pelo castaño. Su rostro era delicado y toda su apariencia de daba cierta presencia, llamaba la atención en todo lugar al que iba.
- O sea que mis sospechas avalan lo que decís… ¿Tenés esas pruebas vos?
- Sí, las tengo en casa, muy escondidas. La verdad creo en lo que me decís Lía, para mí también hay mucha relación entre lo de los obreros y los indígenas. Pero eso sí que es difícil de probar. Igualmente yo quiero ayudarte, creo que esto hay que publicarlo y hacerlo mierda.
- Yo digo lo mismo, y me encantaría que me ayudes, pero ¿cómo pruebo que los tiene a todos trabajando para él como esclavos?
- Hay una forma… No sé qué resultados tendrá, lo que sí sé es que es muy peligroso… Pero si vamos a la frontera y sacamos algunas fotos…
- ¡Es muy arriesgado! ¿Cómo hago para que en casa nadie sospeche dónde voy? Peor aún, ¡¿cómo hacemos para que no nos descubran?! – Lía sentía miedo, incertidumbre.
- Habría que ir de noche…
El silencio invadió la mesa. Ambos se miraban mudos, pensando y analizando todas las posibilidades. La música ya no ayudaba a aliviar el ambiente, el aire pesaba sobre los hombros de los dos jóvenes. Lía centró su mirada en su vaso de cerveza y, tras una larga pausa, retomó la conversación.
- Me da miedo esto Martín. Hace mucho que no tengo tanto miedo. ¿Quién sabe lo que nos espera? Todos me dijeron cada cosa de la frontera… Pero hay que hacerlo.
- Tranquila negra, vas a ver que le vamos a ganar al tipo ese… Cuando la gente lea nuestro artículo va a abrir los ojos. Ojalá podamos salva a esa gente, devolverle la vida a esa comunidad, reencontrar a los obreros con sus familias. Así que sí, hay que hacerlo.
- ¿Cuándo?
- Cuando quieras, tenés que tener una coartada.
- En dos semanas.
viernes, 12 de septiembre de 2008
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